Más cerca del Mississipi que del Guaire, acompañado por el instrumento típico nacional, Gelio Arturo Acosta, conocido popularmente como “Gasolina” es el mejor exponente – quizás el único – del blues al estilo criollo. Antes de leer te pedimos un favor: no pienses en Daddy Yankee.
por Ernesto Soltero
Fotos: Xondra Gálvez
Alguna vez llegaron esclavos a Norteamérica. Venían de África, trabajaban en las plantaciones, y a diferencia de sus hermanos radicados en Sudamérica, fueron despojados totalmente de su cultura. En países como Venezuela, al menos, pudieron reconstruir sus tambores. Pero allá, en el territorio que luego sería llamado Estados Unidos de América, tuvieron que aprender a tocar los instrumentos de sus amos.
Hay historias que se asemejan aunque exista una distancia no sólo geográfica. Es el caso de Gasolina, trovador callejero quién, al igual que los cantantes de blues del sur de Estados Unidos, aprendió a expresarse con el instrumento que tenía a su alcance. Y fue precisamente blues, aunque también soul, lo que comenzó a ejecutar con un instrumento autóctono evidentemente atípico dentro del folklore estadounidense: el cuatro venezolano. El resto del cuento, por supuesto, no es tan trágico, nuestro amigo nunca fue víctima de la esclavitud.
Parte 1: El primer encuentro
Había buscado al Señor Gelio “Gasolina” Acosta por un par de semanas. Meses atrás, alguien me había mostrado un video de youtube, en el cual el cantautor interpretaba su tema La Velocidad del alma. Recordé al folk con tintes negroides del gran Richie Havens y aunque luego supe que el protagonista de esta crónica no había escuchado (al menos de manera consciente) al intérprete de la canción Freedom, había algo similar. Ambos cantautores aprendieron a tocar sus respectivos instrumentos de manera autodidacta, y así crearon su propio estilo.
Luego de escuchar una única canción, decidí buscar al personaje, gracias a la iniciativa de mi novia, quién había quedado encantada, al igual que yo, con su música. El siguiente paso fue buscarlo por la zona de Bellas Artes (Caracas) sin mucho éxito. Días después, lo conseguí de casualidad por el casco histórico de la ciudad. “¿Es Ud. Gasolina?” le pregunté, y la respuesta fue afirmativa. Así lo llaman desde Febrero del ´89, cuando compuso una canción satírica sobre el aumento del combustible.
Parte 2: Un recital informal
Cuadrar un encuentro posterior con Gasolina no fue muy difícil. Una llamada telefónica bastó para ello. La cita se fijó para un Sabado en la tarde, en una tasca cercana a la Plaza Bolívar de Caracas. Pero el encuentro no fue en realidad una entrevista. Fue más bien una convivencia. Recordé aquéllos trabajos de campo en la universidad, en los cuales de nada servía hacer registros fotográficos o de audio sino se vivía la experiencia.
Gelio “Gasolina” Acosta, el blues-man de las cuatro cuerdas, se encontraba en su entorno natural. Allí, en el casco histórico de la capital, suele saludar no sólo a sus colegas músicos, sino a personas que conocen su trabajo y lo tutean por su sobrenombre “¿Epa Gasolina?¿cómo está la vaina?” le dicen. Pero en esta ocasión se encontraba ganando nuevos adeptos, y sus nuevos seguidores terminaron comprándole un CD. Es lo que llaman un “quemaíto” (un cd grabado caseramente), pero aunque cuesta 50 BsF, vale la pena. En internet apenas se pueden ver un par de videos sin la calidad de un estudio de grabación.
Gasolina había salido por un instante del restaurant La India para recibirnos. Entramos, y supimos que ya tenía rato mostrando sus canciones. En la mayoría de las mesas se bebía cerveza, en unas cuantas se comía, pero la fiesta era sólo en una de esas mesas. Una pareja celebrando su aniversario de casados le pedía canciones al trovador. No sólo tocó canciones propias, sino también boleros y algo del Tío Simón.
De esa manera lo conocimos, sin poder cumplir con el protocolo típico de una entrevista. Estaba allí, gritando como James Brown, tocando cuatro acordes y adornándolos, volteando además su instrumento para golpearlo como un tambor, incorporando algunos silbidos y percusión vocal. Ni a los comensales ni a los dueños del restaurant pareció causarles molestia. Probablemente ya estaban acostumbrados al ritual.
Intentamos conversar con Gasolina, y algo logramos, aunque prefirió hablarnos de política (particularmente un proyecto de viviendas de su autoría que lo tiene obsesionado) o echar chistes que responder preguntas sobre sus canciones De todas maneras, logramos saber que tenía cuatro décadas cantando, que había escuchado muchos temas de blues y soul sin saber quiénes eran sus intérpretes, y que nadie le había enseñado a tocar el cuatro. También nos dijo que no consideraba que la música negra estadounidense fuera estadounidense.
Gelio Acosta “Gasolina” tampoco está muy enterado acerca de la fusión venezolana actual, pero conoce a una banda llamada Toberías porque los vio en el paseo Los Próceres. Acaba de enterarse de que mi grupo existe, y le enseñé un par de canciones. La laptop de su hijo y la conexión wi-fi nos ayudaron bastante.
Parte 3: Intercambio de papeles
Un par de horas después se terminaba el recital informal de Gasolina. Sus nuevos amigos se despidieron cordialmente de él como si lo conocieran de toda la vida. Nosotros (es decir, mi novia, una colaboradora de Corriente Alterna, y yo) estábamos dispuestos a marcharnos hasta que el cantor callejero nos invitó a una emisora de radio comunitaria ubicada a media cuadra. En menos de quince minutos, asistimos a una entrevista que no estaba preparada, e incluso, pasamos a ser parte del grupo de entrevistados.
Gasolina interpretó de nuevo sus temas, y habló, nuevamente de un proyecto de viviendas que parece obsesionarlo. Nosotros hablamos de Corriente Alterna, y a la vez, aproveché para conversar sobre mi banda mientras colocaban nuestros temas. Pero Gasolina se robó el show, y al parecer su visita era hábito. Nuevamente interpretó el tema del cual derivó su nombre artístico, aclarando que había sido hecho para otro presidente, hace más de 20 años. En ese momento, ya el tema se nos había pegado a la cabeza.
4.El final
Pero nada dura para siempre. La entrevista – o la convivencia –tenían que terminar en algún momento, y ya era de noche. Más de uno tenía que irse a su casa. Le quedamos debiendo uno de sus cd´s “quemaítos” pero a decir verdad, no nos imporyo muchos. En tiempos de indie-rock, autotune y neofolklore enlatado, nada mejor que conocer a personajes como Gasolina, cuyo sonido no sólo tiene el potencial para enganchar a un gran público, sino que puede resultar imperecedero. El secreto está en que su música carece de oportunismo. A veces el público necesita acercarse a la realidad.
Artículo publicado originalmente en Octubre de 2011 en el portal Corriente Alterna.
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