Reseña de The Gardener, álbum debut de este músico venezolano.
La diáspora venezolana sigue dando de que hablar. Más allá de
cualquier situación política o económica, hemos exportado, desde
hace décadas, unos cuántos músicos, incluyendo combos completos.
Se encuentran diseminados, principalmente, en Norteamérica y Europa.
Lo más interesante es que están llevando algo del sonido
latinoamericano, e incluso, venezolano, a territorios donde sabemos
predomina lo anglosajón.
Uno de
esos músicos es el cuatrista Abraham Sarache, quién ha vivido desde hace 14 años en países como España, Alemania, Reino Unido y actualmente Holanda. Desconectado
de la movida venezolana, y desconocido en su país tanto por el
público rockero como por aquéllos seguidores de la música
tradicional, Sarache se ha concentrado desde en trabajar su propuesta. En
su proyecto predomina el cuatro venezolano, aunque su uso no sea
demasiado evidente.
A
primera escucha, el álbum The Gardener no suena a fusión
venezolana ni a folk-rock. Lo más notable son las influencias del
rock progresivo moderno y el metal alternativo. Advertimos de vez en
cuando que hay uno que otro sonido folklórico, y coqueteos con la
rítmica 6/8, pero predomina la electricidad y la distorsión. Mas
sucede que este disco no tiene ni una sola guitarra. Se trata de un
cuatro eléctrico con sonidos manipulados. El público europeo lo ha
recibido bien, y se sorprende al saber que lo que escuchan en el
disco no es una Stratocaster o una Fender, sino un instrumento
folklórico con cables.
Sarache
no es el primero en hacer ese tipo de experimentos. Grandes
cuatristas venezolanos ya tienen por lo menos una década utilizando
la versión eléctrica del instrumento, aunque ejecutandolo de forma
limpia, sin efectos tecnológicos. Otros como Edward Ramírez han ido
más allá, tocando joropo tuyero de forma “psicodélica”. No
podemos obviar tampoco a Los Últimos Indocumentados, con el
fallecido Jo Semi, quienes hacían una música grunge con ayuda de un
cuatro distorsionado, o a El Llanero Eléctrico, quién sin embargo
tiene un estilo, digamos, menos anglosajón.
Se trata
de un disco de rock muy bien producido, con gancho. Quienes esperen
escuchar algo parecido a Vytas Brenner o a Compasses seguramente se
decepcionarán, pues, predominan las letras en inglés y no
escucharán el típico cuatro acústico charrasqueado. Mejor
escucharlo como lo que es. Un disco de metal progresivo que incorpora
un instrumento ajeno al género y le otorga un rol estelar.
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