#Pop&Rock |
A veces creemos que como es ahora
ha sido siempre, que Pedro Picapiedra era obrero del neolítico y
compraba comida rápida. Yo personalmente creo que no siempre la
música ha tenido géneros. Lo que sí ha sido una constante
histórica es que los humanos tienen distintos estados de ánimo. Las
culturas se inventan palabras y actividades para estos estados de
ánimo, así, más o menos, supongo yo, en cierta cultura, cierto
tiempo, cierto lugar, las gentes, cuando se sentían festivas o
tenían motivos para festejar, reunían aguardiente, comida, techo y
música, comenzaban a reír, beber, bailar y cantar, y a eso le
llamaron joropo. “¡Póngase las alpargatas que lo que viene es
joropo!” es una frase muy fuerte como para referirse solamente a
unas melodías, esto apunta más bien a una noche épica, como lo
tiene que ser, en sentido cabal, una noche de joropo.
Hablando de música, hubo un
tiempo en que existían unos lugares conocidos como disco-tiendas. En
esa época la música venía en una plaquitas sintéticas circulares
que llamaban discos y eran compradas allí. En los estantes se
apilaba la mercancía y uno se ubicaba en el local siguiendo unos
cartelitos que ponían con los nombres de los “géneros”. Eran
estos unas etiquetas (vaya coincidencia) que rezaban: “rock”,
“salsa”, “merengue”, “jazz” y así. Eso, a nivel
semántico, funcionaba muy bien con Amanda Miguel, con Porfi Jiménez
o con cualquier intérprete cuyas canciones se parecieran lo
suficiente entre sí. También funcionaba muy bien fuera de la
disco-tienda, y así los habían que decían que eran punks, otros
que decían que eran metaleros y otros que decían que eran salseros
y así. Era como si el mundo tuviera cierto orden divino ejecutado en
base a los planes de las disco-tiendas ¡qué maravilla! pero no, o
no del todo.
#Música |
La música construye y expresa
estados de ánimo. La cultura y los individuos expresan esos estados
de ánimo de maneras cada vez más complejas a través de productos
culturales. El caso de la música es especial porque sus productos
culturales están asociados a ritos sociales: hay tambores de
Naiguatá para terminar la fiesta de matrimonio y hubo marcha nupcial
para iniciarla, hay mariachis para el día de la madre y rancheras o
boleros para la resaca de ese licor llamado amor. Así las cosas, las
distintas músicas pudieran ser etiquetas de distintos estados de
ánimo. Estoy seguro que cualquiera me entendería si le digo “hoy
me siento como una canción de Chavela Vargas” ¡pobrecito!
#AtardecerLlanero |
En algún momento, no sé cómo
exactamente, las etiquetas tomaron el control. Propongo na mesa de
tres patas: por un lado parecen mayormente desarticuladas las redes
de espacios cotidianos para la realización de ese rito social que es
la música en vivo (cuyo peso en el imaginario ha disminiudo), por
otro vemos que canales tradicionales para la formación de tejido
socio-musical (como la radio) están apostando por sostenerse por la
pura prosa, con un uso meramente comercial o incidental de lo
musical, y finalmente esa naturaleza propia de la internet que
pareciera una página de Excel matriushka fractal, en la que las
cajitas tienen nombres y rutas y otras cajitas y es muy fácil
encontrar y muy fácil perderse.
#Gaitazo |
Para colmo de males las
disco-tiendas hace tiempo que no existen, las disqueras se
desmaterializaron, sin aviso desaparecieron esos monstruos que nos
querían etiquetar, como a vacas marcadas y así quedamos cimarrones
todos los músicos a la buena de Dios el en la sabana infinita de la
internet. Lo que no cambia es que los músicos siempre necesitan
público, necesitan comunidad, y la comunidad necesita constantemente
nueva música que se adecúe a la cambiante sensibilidad de su ánimo
y su identidad. Necesitan crear sus propios cumbes. Así las cosas el
poder de convocatoria recayó cada vez más en las etiquetas. Hay un
concierto de #Punk, hay un #gaitazo, hay un #templetedesalsa, ven a
la matiné de #raptorhause, etc.
Las
etiquetas quedaron como lugares virtuales y vagabundos, por ahí,
buscando recolectar música y gente para reunirlos en el momento
sagrado del placer estético. Las crean los músicos, los oyentes,
las acuñan siempre cuidando que tengan su mascarita de # para que se
las pueda reconocer entre la multitud de las palabras. Algunas son
#joropunk o #jororock o #tuyerock y otras tantas. Las etiquetas nos
reúnen, pero ¿qué significan? ¿cuál es el alcance de su validez?
¿a qué apuntan exactamente? Veo venir más páginas persiguiendo a
estas preguntas, pisándoles los talones.
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