Chelique Sarabia no es ningún músico desconocido. Con más de 2000 canciones compuestas, es bastante conocido en Venezuela y Latinoamérica - acaso en el mundo - por su tema Ansiedad, el cual fue creado en la mitad de su adolescencia. Este tema sería versionado, posteriormente, por artistas de la talla de Nat King Cole, Sara Montiel o Miguel Ríos.
Lo que pocos conocen de Chelique son sus obras más
experimentales, específicamente aquellas plasmadas en dos de sus álbumes de los
años ´70: Revolución Electrónica (1971) y La Garza Negra y de Hierro (1975). Un
par de trabajos caracterizados por poner un pie en la vanguardia y otro en la
tradición.
Dos placas discográficas que muestran un sonido folklórico, y
a la vez moderno, equiparables en innovación a lo realizado, en aquella época,
por artistas como Vytas Brenner o Gerry Weil (con la banda municipal), con la
particularidad de que Chelique no venía del mundo del rock o el jazz. Era un
músico popular incorporando nuevas sonoridades a su propuesta.
Revolución Electrónica es actualmente un álbum reivindicado,
bastante cotizado entre coleccionistas, cosa que no ocurre tanto con la Garza
Negra y de Hierro, quizá por ser éste último menos experimental. Esto no quiere
decir que se trate de un álbum convencional.
El tema que abre y titula el disco (El cual no fue editado
oficialmente por una disquera, sino por la empresa siderúrgica SIDOR) es una
pieza de folk progresivo, sin nada que envidiar, por ejemplo, a lo que hacían
grupos como Arcoiris en Argentina o Los Jaivas en Chile. Un tema cuya “progresividad”
no se relaciona tanto con el virtuosismo instrumental, sino con el esmerado
trabajo de composición y orquestación de Sarabia.
Una canción que va evolucionando paulatinamente, con capas de
sonido que incluyen lo electrónico y lo acústico, incorporando el sintetizador
ARP 2600 y el Mellotron – quizá el único dentro de una grabación popular
venezolana – a una mezcla donde también figuran el cuatro, la guitarra y unas voces pertenecientes a la agrupación Los
Cuñaos, incluyendo en el coro al cantor Ali Agüero, quién colabora también en los arreglos.
La letra no es menos importante que la música. Describe, de
forma poética, una realidad muy propia de la época: la industrialización del
país a través de la industria petrolera. Una Venezuela cada vez menos rural y
más urbana, la cual se refleja en la música misma.
El resto del disco cuenta con una constelación de estrellas
de la música venezolana, incluyendo a percusionistas como Nene
Quintero, bateristas como Alfredo Naranjo o cantantes como Henry Stephen. No se
puede decir que sea menos innovador que el primer “track”, simplemente se
vincula más a lo folklórico experimental, mientras el tema de apertura podría, fácilmente,
considerarse un tema de rock (o folk-rock) progresivo.
Ernesto Soltero